XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario

María, por su intercesión maternal, nos sostiene en nuestro camino cotidiano de fe, siguiendo al Señor que guía la historia.

LA FINALIDAD DE LA HISTORIA

El Evangelio de hoy nos presenta el discurso de Jesús sobre el fin de los tiempos. Jesús lo pronuncia frente al templo de Jerusalén, un edificio admirado por la gente por su grandeza y esplendor. Pero de esa grandeza «no quedará piedra sobre piedra». La destrucción del templo no es tanto un símbolo del final de la historia, sino, más bien, de la finalidad de la historia.

Jesús se sirve de dos imágenes aparentemente opuestas: la primera es una serie de acontecimientos aterradores: catástrofes, guerras, hambrunas, revoluciones y persecuciones; la segunda es tranquilizadora: «No perecerá ni un cabello de su cabeza». En primer lugar, una mirada realista a la historia, marcada por las calamidades y por la violencia, La segunda imagen nos muestra la actitud que el cristiano debe adoptar al vivir esta historia.

¿Y cuál es la actitud del cristiano? Es la actitud de esperanza en Dios, que nos permite no dejarnos abrumar por acontecimientos trágicos. En efecto, «esto les sucederá para que den testimonio». Los discípulos de Cristo no pueden permanecer esclavos de los temores y de las angustias, sino que están llamados a vivir la historia, a detener la fuerza destructiva del mal, con la certeza de que la ternura providencial y tranquilizadora del Señor acompaña
siempre su acción de bien. Esta es la señal elocuente de que el Reino de Dios viene a nosotros, es decir, que la realización del mundo se acerca como Dios quiere.

El Señor nos llama a colaborar en la construcción de la historia, convirtiéndonos, junto a Él, en pacificadores y testigos de esperanza en un futuro de salvación y resurrección. La fe nos hace caminar con Jesús por las sendas de este mundo, muchas veces tortuosas, con la certeza de que el poder de Su Espíritu doblegará las fuerzas del mal, sometiéndolas al poder del amor de Dios. El amor es superior, el amor es más poderoso, porque es Dios: Dios es amor. Los mártires cristianos son un ejemplo para nosotros: son hombres y mujeres de paz, a pesar de que fueron perseguidos. Nos dan una herencia que debemos conservar e imitar: el Evangelio del amor y de la misericordia. (Francisco, Ángelus, 17/11/2019)

DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

En estos últimos domingos del año litúrgico y en los primeros de Adviento, la liturgia subraya que somos personas llamadas a participar de la plenitud de vida que Dios quiere para todos. Una plenitud que será realidad futura, pero que se empieza a vivir ahora. Y la Eucaristía es celebración tanto de la esperanza para el futuro, como del actual vivir en comunión con Dios, renovando el memorial de Jesucristo.
Por esto estamos invitados a renovar nuestro camino cristiano. ¿Realmente en nuestra vida, en todo lo que hacemos, tenemos los ojos puestos en el reino de Dios? ¿Realmente nuestra vida se mantiene firme en la fidelidad al Evangelio?

Puedes acceder al documento desde el siguiente enlace: Pan del Alma 13 de Noviembre.

Fuente: Parroquia María Auxiliadora de Lima

Fuente: Salesianos Perú

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