María nos ayuda a vivir cada día en la perspectiva de «la resurrección de la carne y la vida eterna». Esperamos el más allá.
CREO EN LA VIDA ETERNA
La página del Evangelio nos ofrece una enseñanza maravillosa de Jesús sobre la resurrección de los muertos. Algunos saduceos, que no creían en la resurrección, provocaron a Jesús con una pregunta insidiosa: ¿De quién será esposa tras la resurrección una mujer que ha tenido siete maridos sucesivos, todos ellos hermanos, y que han muerto uno tras otro? Jesús no cae en la trampa y responde que los resucitados en el más allá «ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección».
Con esta respuesta Jesús invita a pensar que esta dimensión terrenal no es la única dimensión, sino que hay otra, ya no sujeta a la muerte, en la que se manifestará plenamente que somos hijos de Dios. Es un gran consuelo escuchar estas palabras de Jesús sobre la vida más allá de la muerte; las necesitamos sobre todo en nuestro tiempo tan pobre en sabiduría sobre la vida eterna.
Esta certeza de Jesús sobre la resurrección se basa enteramente en la fidelidad de Dios, el Dios de la vida. De hecho, detrás de la pregunta de los saduceos se esconde una cuestión más profunda: no sólo de quién será esposa la mujer viuda, sino de quién será su vida. Es una duda que atormenta al hombre de todos los tiempos: después de esta peregrinación terrenal, ¿qué será de nuestras vidas? ¿Pertenecerá a la nada, a la muerte?
Jesús responde que la vida pertenece a Dios, que nos ama y se preocupa mucho por nosotros, hasta el punto de vincular su nombre al nuestro: es «el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque Él no es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven». La vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas. Si vivo para mí mismo, estoy sembrando la muerte en mi corazón. (Francisco, Ángelus, 10/11/2019)
DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO
Sean bienvenidos a esta celebración dominical del amor que Dios nos tiene.
Hemos recordado hace pocos días a todos los santos que comparten la vida de Dios y a los fieles difuntos que esperamos alcancen la resurrección que Dios quiere para todos.
Las lecturas de este domingo siguen hablándonos de la vida que Dios quiere para todos. Dios no quiere que el hombre muera, que el hombre perezca, sino que viva, que resucite feliz.
Por eso hoy, como cada domingo, podemos con toda esperanza dar gracias al Señor que se hace presente en nuestra asamblea cristiana.
Puedes acceder al documento desde el siguiente enlace: Pan del Alma 06 de Noviembre.
Fuente: Parroquia María Auxiliadora de Lima
Fuente: Salesianos Perú