XXXI Domingo del Tiempo Ordinario

María nos conceda la gracia de sentir siempre la mirada misericordiosa de Jesús sobre nosotros, quien «vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

QUIERO ENTRAR EN TU CASA

El Evangelio de hoy nos sitúa en el camino de Jesús que se detuvo en Jericó. Había una gran multitud para darle la bienvenida, incluyendo a Zaqueo, jefe de los “publicanos”; es decir, de los judíos que recaudaban impuestos en nombre del Imperio Romano. Era rico no por sus ganancias honestas, sino porque exigía un “soborno”, lo que aumentaba el desprecio hacia él. Zaqueo «quería ver quién era Jesús»; no quería conocerlo, pero tenía curiosidad: quería ver aquel personaje del que había oído decir cosas extraordinarias. Y, siendo de baja estatura, sube a un árbol. Cuando Jesús se acerca, alza la mirada y lo ve. 

Y esto es importante: la primera mirada no es la de Zaqueo, sino la de Jesús, que entre los muchos rostros que lo rodeaban busca precisamente el de Zaqueo. La mirada misericordiosa del Señor nos alcanza antes de que nosotros mismos nos demos cuenta de que necesitamos que Él nos salve. Y con esta mirada comienza el milagro de la conversión del pecador. De hecho, Jesús lo llama por su nombre: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». No le reprocha, no le echa un “sermón”; le dice que tiene que alojarse en su casa. A pesar de los murmullos de la gente, Jesús eligió quedarse en la casa de ese hombre pecador.

También nosotros nos habríamos escandalizado por este comportamiento de Jesús. Pero el desprecio y el rechazo hacia el pecador sólo lo aíslan y lo endurecen en el mal que está haciendo. En cambio, Dios condena el pecado, pero trata de salvar al pecador, va en busca de él para traerlo de vuelta al camino correcto. Aquellos que nunca se han sentido buscados por la misericordia de Dios tienen dificultades para comprender la extraordinaria grandeza de los gestos y de las palabras con las que Jesús se acerca a Zaqueo.

La acogida de Jesús hacia él lo condujo a un claro cambio de mentalidad. Encontrándose con el Amor, descubriendo que es amado a pesar de sus pecados, se vuelve capaz de amar a los demás, haciendo del dinero un signo de solidaridad y de comunión. (Francisco, Ángelus, 3/11/2019)

DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO

El Señor ama a todos los hombres y no aborrece nada de lo que ha hecho. Aunque nosotros, toda la humanidad en los primeros padres, desobedecimos a Dios y perdimos su amistad, él no nos abandonó.

Cuando todavía éramos pecadores nos dio a su Hijo único para hacernos a nosotros también hijos. Es el misterio de amor, de perdón, de misericordia, de gratitud de Dios que celebramos, agradecemos y reactualizamos en la Eucaristía.

Jesucristo nos ha revelado el verdadero rostro del Padre, un Padre que ama, que perdona y olvida eternamente los pecados de sus hijos.

Puedes acceder al documento desde el siguiente enlace: Pan del Alma 30 de Octubre.

Fuente: Parroquia María Auxiliadora de Lima

Fuente: Salesianos Perú

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