XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario

María nos ayude a abrir nuestro corazón al amor de Jesús, a la mirada de Jesús, el único que puede colmar nuestra sed de felicidad.

LAS TRES MIRADAS DE JESÚS

El Evangelio de hoy se articula en tres escenas, marcadas por tres miradas de Jesús.
La primera escena presenta el encuentro entre el Maestro y un hombre que corre hacia Jesús, se arrodilla y lo llama «Maestro bueno». Luego le pregunta: «¿Qué haré para heredar la vida eterna?», es decir, la felicidad, vida plena, realizada, sin límites. La respuesta de Jesús resume los mandamientos que se refieren al amor al prójimo. A este respecto, ese joven no tiene nada que reprocharse; su respuesta se traduce en una mirada intensa, llena de ternura y cariño. Era un buen joven. Pero Jesús comprende también cuál es el punto débil de su interlocutor y le hace una
propuesta concreta: dar todos sus bienes a los pobres y seguirlo. Pero ese joven tiene el corazón dividido entre dos dueños: Dios y el dinero, y se va triste. Esto demuestra que no pueden convivir la fe y el apego a las riquezas. Así, al final, el empuje inicial del joven se desvanece en la infelicidad de un seguimiento naufragado.

En la segunda escena, el evangelista enfoca los ojos de Jesús en una mirada pensativa, de advertencia: «Mirando alrededor, dijo a sus discípulos: “¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas”». Ante el estupor de los discípulos, que se preguntan: «Entonces, ¿quién puede salvarse?», Jesús responde con una mirada de aliento —es la tercera mirada— y dice: la salvación es «imposible para los hombres, no para Dios». Si nos encomendamos al Señor, podemos superar todos los obstáculos que nos impiden seguirlo en el camino de la fe.
Encomendarse al Señor. Él nos dará la fuerza, Él nos da la salvación, Él nos acompaña en el camino.

Y así hemos llegado a la tercera escena la de la solemne declaración de Jesús: «En verdad les digo que quien deja todo para seguirme tendrá la vida eterna en el futuro y cien veces más ya en el presente». Este «cien veces más» está hecho de las cosas primero poseídas y luego dejadas, pero que se reencuentran multiplicadas hasta el infinito. (continúa pág. 3, 1ª columna)

XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario

Jesús nos ofrece hoy la sabiduría para entender que las cosas y los bienes materiales no tienen poder de dar vida plena. Sólo siguiendo a Jesús con totalidad de entrega podemos alcanzar plenitud de vida y felicidad. Abramos, pues, nuestros corazones para que el Señor nos llene de su riqueza y así podamos responder a su llamada con nuestra
vida de cada día.
Recemos en esta Eucaristía por los misioneros y misioneras. Pidamos la gracia de comprender que todos somos ‘discípulos misioneros en salida’.

Puedes acceder al documento desde el siguiente enlace: Pan del Alma 10 de octubre.

Fuente: Salesianos Perú

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