Pidamos a la Virgen el don de una verdadera conversión, a fin de que se anuncie y se testimonie con coherencia el
mensaje evangélico.
UN TESORO EN UNA PEQUEÑA PALABRA
El evangelio de hoy presenta a Jesús que cura a diez leprosos, de los cuales sólo uno, samaritano y por tanto extranjero, vuelve a darle las gracias. El Señor le dice: “Levántate, vete: tu fe te ha salvado”. Esta página evangélica nos invita a una doble reflexión.
Ante todo, nos permite pensar en dos grados de curación: uno, más superficial, concierne al cuerpo; el otro, más profundo, afecta a lo más íntimo de la persona, a lo que la Biblia llama el “corazón”, y desde allí se irradia a toda la existencia. La curación completa y radical es la “salvación”. Incluso el lenguaje común, distinguiendo entre “salud” y “salvación”, nos ayuda a comprender que la salvación es mucho más que la salud; en efecto, es una vida nueva, plena, definitiva.
Además, aquí, Jesús pronuncia la expresión: “Tu fe te ha salvado”. Es la fe la que salva al hombre, restableciendo su
relación profunda con Dios, consigo mismo y con los demás; y la fe se manifiesta en el agradecimiento. Quien sabe agradecer, como el samaritano curado, demuestra que no considera todo como algo debido, sino como un don que, incluso cuando llega a través de los hombres o de la naturaleza, proviene en definitiva de Dios. Así pues, la fe requiere que el hombre se abra a la gracia del Señor; que reconozca que todo es don, todo es gracia. ¡Qué tesoro se esconde en una pequeña palabra: “gracias”!
Jesús cura a los diez enfermos de lepra. En realidad, la lepra que realmente desfigura al hombre y a la sociedad es el pecado; son el orgullo y el egoísmo los que engendran en el corazón humano indiferencia, odio y violencia. Esta lepra del espíritu, que desfigura el rostro de la humanidad, nadie puede curarla sino Dios, que es Amor. Abriendo el corazón a Dios, la persona que se convierte es curada interiormente del mal.
“Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1, 15). Jesús inició su vida pública con esta invitación, que sigue resonando en la Iglesia, hasta el punto de que también la santísima Virgen, especialmente en sus apariciones de los últimos tiempos, ha renovado siempre esta exhortación. (Benedicto XVI, Ángelus, 14/10/2007)
DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO
Tenemos muchas cosas que agradecerle a Dios. Todo lo que somos, todo lo que vivimos. Sobre todo, hay algo fundamental que tenemos que agradecerle: la fe que él nos ha dado, su fuerza que nos acompaña siempre, el don
de ser cristianos.
Cada domingo, al celebrar la Eucaristía, venimos con toda nuestra vida y la ponemos delante de Dios.
Venimos con lo que nos va bien y con lo que nos va mal, con las ilusiones y las tristezas, con las esperanzas y los
temores. Venimos con todo eso, y damos gracias, porque Él está con nosotros y nos ama infinitamente.
Puedes acceder al documento desde el siguiente enlace: Pan del Alma 09 de Octubre.
Fuente: Parroquia María Auxiliadora de Lima
Fuente: Salesianos Perú