La Virgen, que desata los nudos de la vida, nos libera de la pretensión de creernos justos y nos hace sentir la necesidad de ir al Señor.
DIOS TE AMA
El Evangelio de hoy comienza con algunos que critican a Jesús. Lo ven en compañía de publicanos y pecadores y dicen con indignación: «Este acoge a los pecadores y come con ellos». Esta frase se revela, en realidad, como un anuncio maravilloso: Jesús acoge a los pecadores y come con ellos. Jesús se alegra de acogernos en su mesa, donde se ofrece por nosotros. Esta es la frase que podríamos escribir en las puertas de nuestras iglesias: “Aquí Jesús acoge a los pecadores y los invita a su mesa”. Y el Señor, respondiendo a los que le criticaban, cuenta tres parábolas maravillosas, que muestran su predilección por los que se sienten lejos de él.
En la primera parábola dice: «Si uno de ustedes tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? (v. 4) ¿Si uno de ustedes? Una persona de sentido común no lo hace: hace un par de cálculos y sacrifica una para mantener las noventa y nueve. Dios, en cambio, no se resigna. Él se preocupa precisamente por ti que todavía no conoces la belleza de su amor, tú que todavía no has aceptado a Jesús en el centro de tu vida, tú que no puedes vencer tu pecado, tú que quizás no crees en el amor debido a las cosas malas que han sucedido en tu vida.
En la segunda parábola, tú eres esa pequeña moneda que el Señor no se resigna a perder y busca sin cesar: quiere decirte que eres precioso a sus ojos, que eres único. Nadie puede reemplazarte en el corazón de Dios.
Y en la tercera parábola Dios es el padre que espera el regreso del hijo pródigo: Dios nos espera siempre, no se cansa, no se desanima. Porque cada uno de nosotros somos ese hijo que se vuelve a abrazar, esa moneda encontrada, esa oveja acariciada y puesta sobre sus hombros. Él espera cada día que nos demos cuenta de su amor. No tengas miedo: Dios te ama, te ama tal como eres y sabe que sólo su amor puede cambiar tu vida. (Francisco, Ángelus, 15/09/2019).
DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO
Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores. Las parábolas que escucharemos en el Evangelio nos recuerdan algo que a menudo olvidamos. A menudo olvidamos que todos somos pecadores, olvidamos que todos necesitamos siempre el perdón de Dios. Y si no nos sentimos pecadores no podemos esperar ser salvados por Jesucristo.
Al iniciar esta Eucaristía, reconozcamos que somos débiles y pidamos humildemente al Señor su perdón
Puedes acceder al documento desde el siguiente enlace: Pan del Alma 11 de Setiembre.
Fuente: Parroquia María Auxiliadora de Lima
Fuente: Salesianos Perú