XXIII Domingo del Tiempo Ordinario

La guerra contra el mal comporta decir no al odio fratricida y a los engaños de los que se sirve.

CONDICIONES PARA SER DISCÍPULOS

En el Evangelio de hoy Jesús insiste acerca de las condiciones para ser sus discípulos: no anteponer nada al amor por Él, cargar la propia cruz y seguirle. Mucha gente se acercaba a Jesús, quería estar entre sus seguidores, especialmente tras algún signo prodigioso, que le acreditaba como el Mesías. Pero Jesús no quiere engañar a nadie. Él sabe bien lo que le espera en Jerusalén, cuál es el camino que el Padre le pide que recorra: es el camino de la cruz, del sacrificio de sí mismo para el perdón de nuestros pecados.

Seguir a Jesús no significa participar en un cortejo triunfal. Significa compartir su amor misericordioso, entrar en su obra de misericordia por cada hombre y por todos los hombres. La obra de Jesús es precisamente una obra de misericordia, de perdón, de amor. ¡Es tan misericordioso Jesús! Y este perdón universal, esta misericordia, pasa a través de la cruz. Pero Jesús no quiere realizar esta obra solo: quiere implicarnos también a nosotros en la misión que el Padre le ha confiado. Después de la resurrección dirá a sus discípulos: «Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo… A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados» (Jn 20, 21.23).

El discípulo de Jesús renuncia a todos los bienes porque ha encontrado en Él el Bien más grande, en el que cualquier bien recibe su pleno valor y significado: los vínculos familiares, las demás relaciones, el trabajo, los bienes culturales y económicos, y así sucesivamente. El cristiano se desprende de todo y reencuentra todo en la lógica del Evangelio, la lógica del amor y del servicio.

Para explicar esta exigencia, Jesús usa dos parábolas: la de la torre que se ha de construir y la del rey que va a la guerra. Jesús no quiere afrontar el tema de la guerra, es sólo una parábola. En esencia nos dice: existe una guerra más profunda que todos debemos combatir. Es la decisión fuerte y valiente de renunciar al mal y sus seducciones y elegir el bien, dispuestos a pagar en persona: he aquí el seguimiento de Cristo, he aquí el cargar la propia cruz. (Francisco, Ángelus, 8/09/2013)

DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

En el evangelio de hoy se nos dirá que “mucha gente acompañaba a Jesús”, pero que Él no dejaba de recordar que no es fácil ser su discípulo. Que  seguir su camino exige esfuerzo. 
Nosotros somos parte de esa ‘gente’ que quiere seguir a Jesús y por ello venimos a esta celebración para escuchar su Palabra y para pedirle su fuerza,  su ayuda, la que necesitamos para ser fieles a lo que Él nos dice.

Puedes acceder al documento desde el siguiente enlace: Pan del Alma 04 de Setiembre.

Fuente: Parroquia María Auxiliadora de Lima

Fuente: Salesianos Perú

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