María es la «Puerta del Cielo», que refleja exactamente la forma de Jesús: la puerta del corazón de Dios, un corazón exigente, pero abierto a todos nosotros.
LA PUERTA ESTRECHA
El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús, que pasa enseñando por ciudades y pueblos, en su camino hacia Jerusalén. En este contexto, se inserta la pregunta de un hombre que se dirige a él y le dice: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?».
Pero Jesús invierte la pregunta, que se centra más en la cantidad, y en su lugar coloca la respuesta en el nivel de responsabilidad, invitándonos a usar bien el tiempo presente. En efecto, dice: «Esfuércense en entrar por la puerta estrecha. Les digo que muchos intentarán entrar y no podrán». Con estas palabras, Jesús deja claro que no se trata de una cuestión de número, sino que se trata de cruzar el paso correcto desde ahora, y este paso
correcto es para todos, pero es estrecho. ¿En qué sentido? En el sentido de que para salvarse uno debe amar a Dios y al prójimo, ¡y esto no es cómodo! Es una «puerta estrecha» porque es exigente, el amor es siempre exigente, requiere compromiso, más aún, «esfuerzo», es decir, voluntad firme y perseverante de vivir según el Evangelio.
San Pablo lo llama «el buen combate de la fe» (1 Timoteo 6, 12). Se necesita el esfuerzo de cada día, de todo el día para amar a Dios y al prójimo. Y, para explicarse mejor, Jesús cuenta una parábola. Hay un dueño de casa que representa al Señor. Su casa simboliza la vida eterna, es decir, la salvación. Y aquí vuelve la imagen de la puerta. Jesús dice: «Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, se quedarán afuera y llamarán a la puerta, diciendo: “¡Señor, ábrenos!” Y él les contestará: “No sé quiénes son ustedes”».
El Señor no nos reconocerá por nuestros títulos. El Señor nos reconocerá sólo por una vida humilde, una vida buena, una vida de fe que se traduce en obras. Y para nosotros, los cristianos, esto significa que estamos llamados a establecer una verdadera comunión con Jesús, orando, yendo a la iglesia, acercándonos a los Sacramentos y nutriéndonos con su Palabra. Esto nos mantiene en la fe, alimenta nuestra esperanza, reaviva la caridad. (Francisco, Ángelus, 25/08/2019)
DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO
Los que nos reunimos cada domingo para celebrar la Eucaristía tenemos cada uno nuestra propia vida, nuestra propia historia, nuestra forma de pensar, nuestras ilusiones y problemas. Somos distintos. Y si miramos más allá de los que nos encontramos ahora en esta iglesia, veremos que hoy mismo, en todo el mundo, gente aún más distinta se reúne como nosotros para celebrar lo mismo que nosotros celebramos.
Dios, nuestro Padre, ha querido llamar a la mesa de su Reino a una multitud de todas las razas, de todas las culturas, de todas las ideologías, porque él es el Padre de todos, y nos quiere a todos en la vida nueva que nos da.
Con espíritu de acción de gracias, con fe, con alegría, comencemos nuestra celebración.
Puedes acceder al documento desde el siguiente enlace: Pan del Alma 21 de Agosto.
Fuente: Parroquia María Auxiliadora de Lima
Fuente: Salesianos Perú