El Padre infunde el Espíritu Santo, fuego divino que enciende los corazones y nos ayuda a ser solidarios con las alegrías y los sufrimientos de nuestros hermanos.
¿CÓMO ESTÁ MI CORAZÓN?
En el Evangelio Jesús se sirve de tres imágenes para indicar el objetivo de su misión: el fuego, el bautismo y la división. Hoy deseo hablar de la primera imagen: el fuego.
Jesús lo presenta con estas palabras: «Yo he venido a prender fuego sobre la tierra, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!». Es el fuego del Espíritu Santo, presencia viva y operante en nosotros desde el día de nuestro Bautismo. Este fuego es una fuerza creadora que purifica y renueva, quema toda miseria humana, nos transforma desde dentro, nos regenera y nos hace capaces de amar. Si nos abrimos completamente a la acción de este fuego, Jesús nos
donará la audacia y el fervor para anunciar a todos a Jesús y su confortante mensaje de misericordia y salvación, navegando en alta mar, sin miedos.
Cumpliendo su misión en el mundo, la Iglesia necesita la ayuda del Espíritu Santo para no ser paralizada por el miedo y el cálculo, para no acostumbrarse a caminar dentro de confines seguros. En cambio, la valentía apostólica que el Espíritu Santo enciende en nosotros como un fuego nos hace creativos y nos impulsa a ponernos en marcha para caminar incluso por vías inexploradas o incómodas, dando esperanzas a cuantos encontramos. Hoy más que nunca se necesitan sacerdotes, consagrados y fieles laicos con la atenta mirada del apóstol, para conmoverse y
detenerse ante las minusvalías y la pobreza material y espiritual, caracterizando así el camino de la evangelización y de la misión
con el ritmo sanador de la proximidad.
En este momento, pienso también con admiración sobre todo en los numerosos sacerdotes, religiosos y fieles laicos que, por todo el mundo, se dedican a anunciar el Evangelio con gran amor y fidelidad, no pocas veces a costa de sus vidas. Su ejemplar testimonio nos recuerda que la Iglesia no necesita burócratas y diligentes funcionarios, sino misioneros apasionados, devorados por el entusiasmo de llevar a todos la confortante palabra de Jesús y su gracia. Nos hará bien, hoy, tomarnos cinco minutos y preguntarnos: ¿Cómo está mi corazón? ¿Es frío? ¿Es tibio? ¿Es capaz de recibir este fuego? (Francisco, Ángelus, 14/08/2016)
DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO
Siempre que nos reunimos para celebrar la Eucaristía se hace presente el amor de Dios. Un amor que descubrimos en su Palabra y que se hace presente en el pan y el vino de la Eucaristía. Un amor que no es solo ejemplo a seguir sino realidad que salva. Un amor que es perdón y gracia.
En comunión con todos los hermanos esparcidos en el mundo ponemos sobre el altar nuestra vida y manifestamos al Señor nuestra voluntad de vivir su Evangelio en la nueva semana que nos concede iniciar.
Puedes acceder al documento desde el siguiente enlace: Pan del Alma 14 de Agosto.
Fuente: Parroquia María Auxiliadora de Lima
Fuente: Salesianos Perú