Con Jesús vamos seguros a la otra orilla. Se trata de reconocer la presencia de Cristo resucitado entre nosotros y debemos experimentar la presencia de Jesús en nuestra vida.
Con Jesús a la Otra Orilla
Un día, al caer la tarde, dijo Jesús a sus discípulos: “Vamos a la otra orilla”. Fue iniciativa suya. Se embarcó, pues, junto a los suyos cuando de pronto, en plena travesía, una tormenta colocó a la barca al borde del naufragio. Por aquella época, la imagen de la tormenta o de las aguas turbulentas era una metáfora frecuente para designar los encrespados poderes malignos y demoníacos.
Los discípulos, calculando el serio peligro, se llenaron de temor y hacían de todo para afrontar la situación, mientras el Señor dormía. Dándose cuenta, lo despertaron haciéndole saber el riesgo grave que corrían. Jesús calmó con autoridad la tormenta y enseguida recriminó a sus discípulos por ser incapaces de tener serenidad y calma. Sus reacciones angustiadas mostraban que no estaban abiertos a Dios ni sabían confiar en Él.
Salir de la propia orilla, de la comodidad, en busca de los nuevos horizontes del Reinado de Dios, es ante todo adentrarse en mar peligroso. El mar es, bíblicamente, no sólo un dato geográfico sino también símbolo de caos, de desorden y de los poderes del mal. En nuestro mundo existen muchos hombres viviendo una dura noche oscura o afrontando la fría tormenta del dolor. Puede ser el hermano desahuciado con cáncer terminal, el que perdió todo inesperadamente, el deprimido por una soledad asfixiante y el marginado por los demás. Nunca deja de exigirse un por qué y repentinamente aflora el desafío y la rebeldía contra Dios. Otros intentan respuestas: los del consuelo fácil, los teólogos de ideas estereotipadas, los intelectuales con sus lenguajes difíciles, los fanáticos dogmáticos y los que guardan silencio.
Cuando se levantan las fuerzas del mal, parece que Dios está ausente, parece que duerme, pero no es así. Donde se
encuentra el hombre amenazado por el mal, allí está Dios, actuando oculto y misterioso, poniéndole un límite y
calmando sus olas devastadoras. Los cristianos no hemos de tener miedo a hundirnos, desamparados del Señor, cuando fieles a su misión evangelizadora nos adentremos en un mar que es reino de poderes opuestos a Dios. Cuando sigamos la invitación de Jesús: “Vamos a la otra orilla”, confiemos y no seamos cobardes.
XI Domingo del Tiempo Ordinario
En nuestra vida hay momentos difíciles: no logramos ver por dónde hay que caminar y nos parece que todo se nos viene encima. En esos momentos es fácil evadir, añorar el pasado o dejarnos llevar por el desaliento.
Lo que nos reprocha Dios es nuestra falta de fe para mirar con confianza hacia adelante. Tener fe es aceptar el proyecto de amor que Dios tiene para con nosotros, aunque no logremos entenderlo del todo. Se trata de reconocer la presencia de Cristo resucitado entre nosotros. Esta celebración debe ser un momento fuerte para experimentar la
presencia de Jesús en nuestra vida.
Puedes acceder al documento desde el siguiente enlace: Pan del Alma 13 de junio.
Fuente: Salesianos Perú