María nos ayuda a testimoniar el amor misericordioso de Dios que, en Jesús, nos perdona y hace nueva nuestra existencia.
LA MISERIA Y LA MISERICORDIA
En el episodio de la adúltera se contraponen dos actitudes: la de los escribas y fariseos y la de Jesús. Los primeros quieren condenar a la mujer, porque se sienten los guardianes de la Ley y de su fiel aplicación. En cambio, Jesús quiere salvarla, porque personifica la misericordia de Dios que, perdonando, redime y reconciliando, renueva.
Los escribas y los fariseos le preguntan a Jesús si la mujer sorprendida en adulterio debe ser lapidada, como prescribe la Ley de Moisés. Los interlocutores de Jesús están encerrados en los vericuetos del legalismo y quieren encerrar al Hijo de Dios en su perspectiva de juicio y condena. Pero Él no vino al mundo para juzgar y condenar, sino para salvar y ofrecer a las personas una nueva vida. ¿Y cómo reacciona Jesús a esta prueba? Jesús
apela a la conciencia de aquellos hombres, a la conciencia de su condición de pecadores, por la cual no pueden reclamar para sí el derecho a la vida o a la muerte de los demás. En ese momento uno tras otro, empezando por los más viejos, es decir, por los más expertos de sus propias miserias, todos se fueron, renunciando a lapidar a la mujer. Esta escena nos invita a cada uno de nosotros a ser conscientes de que somos pecadores, y a dejar caer de nuestras manos las piedras de la denigración y de la condena, de los chismes, que a veces nos gustaría lanzar contra otros. Cuando chismorreamos de los demás, lanzamos piedras, somos como éstos.
Al final solo quedan Jesús y la mujer: «la miseria y la misericordia», dice San Agustín. Jesús es el único sin culpa, el único que podría arrojar la piedra contra ella, pero no lo hace, porque Dios «no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva». Y Jesús despide a la mujer con estas estupendas palabras: «Vete, y en adelante no peques más» (v. 11). Y así, Jesús le abre un nuevo camino, creado por la misericordia, un camino que requiere su compromiso de no pecar más. Cuando Jesús nos perdona, nos abre siempre un nuevo camino a esta vida nueva. (Francisco, Ángelus, 7/4/2019)
V Domingo de Cuaresma
El camino de Cuaresma nos ha conducido ya muy cerca de los días santos de la muerte y resurrección de Jesús. Allí en el Calvario, la cruz de Cristo es para todos nosotros un don inagotable de gracia, de perdón, de amor infinito, de vida que se nos da y nos transforma y nos salva.
Hoy se nos invita a acercarnos a Jesús con agradecimiento, a dejar que él nos llene de su bondad, a renovar nuestra voluntad de vivir plenamente su
misma vida.
Puedes acceder al documento desde el siguiente enlace: Pan del Alma 03 de Abril.
Fuente: Salesianos Perú