IV Domingo de Cuaresma

María nos acompaña hasta el abrazo regenerador con la Divina Misericordia.

EL PADRE MISERICORDIOSO

Dentro del itinerario cuaresmal, el Evangelio nos presenta la parábola del padre misericordioso, que tiene como protagonista a un padre con sus dos hijos. El relato nos hace ver algunas características de este padre: es un hombre siempre preparado para perdonar y que espera contra toda esperanza. Sorprende sobre todo su tolerancia ante la decisión del hijo más joven de irse de casa: podría haberse opuesto, sabiendo que todavía es inmaduro, un muchacho joven, o buscar algún abogado para no darle la herencia ya que todavía estaba vivo. Sin embargo le permite marchar, aún previendo los posibles riesgos. Así actúa Dios con nosotros: nos deja libres, también para equivocarnos, porque al crearnos nos ha hecho el gran regalo de la libertad. Nos toca a nosotros hacer un buen uso. ¡Este regalo de la libertad que nos da Dios, me sorprende siempre!

Pero el padre lo lleva siempre en el corazón; espera con confianza su regreso, escruta el camino con la esperanza de verlo. Y un día lo ve aparecer a lo lejos. Y esto significa que este padre, cada día subía a la terraza para ver si su hijo volvía. Entonces se conmueve al verlo, corre a su encuentro, lo abraza y lo besa. ¡Cuánta ternura! ¡Y este hijo había hecho cosas graves! Pero el padre lo acoge así.

La misma actitud reserva el padre al hijo mayor, que siempre ha permanecido en casa, y ahora está indignado y protesta porque no entiende y no comparte toda la bondad hacia el hermano que se había equivocado. El padre también sale al encuentro de este hijo y le recuerda que ellos han estado siempre juntos, tienen todo en común (v. 31), pero es necesario acoger con alegría al hermano que finalmente ha vuelto a casa.

La figura del padre de la parábola desvela el corazón de Dios. Él es el Padre misericordioso que en Jesús nos ama más allá de cualquier medida, espera siempre nuestra conversión cada vez que nos equivocamos; espera nuestro regreso cuando nos alejamos de Él pensando que podemos prescindir de Él; está siempre preparado a abrirnos sus brazos pase lo que pase. (Francisco, Ángelus, 6/3/2016)

IV Domingo de Cuaresma

La obra de Dios para con nosotros es enteramente una acción de amor. Sobre nosotros se ha derramado el
inagotable raudal de la misericordia del Padre. 
Nosotros hemos experimentado la llamada amorosa del Padre que nos abre sus brazos y nos acoge, nos perdona, y nos renueva.
Por eso nuestro encuentro dominical es, por encima de todo, una acción de gracias al Dios del amor, que por Jesucristo su Hijo nos ha abierto el camino del perdón y de la vida.

Puedes acceder al documento desde el siguiente enlace: Pan del Alma 27 de Marzo.

Fuente: Salesianos Perú

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