III Domingo de Adviento

María nos ayuda a abrir nuestro corazón al Dios-que-viene, para que Él inunde de alegría toda nuestra vida.

CON GRITOS DE JÚBILO

En este tercer domingo de Adviento, la liturgia nos invita a la alegría. El profeta Sofonías proclama: «Lanza gritos de gozo, hija de Sión, lanza clamores, Israel» (3,14). Los habitantes de Jerusalén están llamados a gozar porque Dios ha perdonado. Por consiguiente, ya no hay motivo de tristeza, sino que todo lleva a un agradecimiento gozoso hacia Dios, que quiere siempre rescatar y salvar a los que ama. Y el amor del Señor hacia su pueblo es incesante, comparable a la ternura del padre hacia los hijos, del esposo hacia la esposa.
Este llamamiento del profeta se aplica a Jesús, el Dios-con-nosotros: su presencia es la fuente de la alegría. De hecho, Sofonías proclama: «El Señor, tu Dios está en medio de ti, ¡un poderoso salvador!» (v. 17). Las palabras que le dirige el ángel Gabriel a la Virgen son como un eco de las del profeta: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lucas 1,28). Así Dios enciende la chispa de la felicidad para todo el mundo.
Y hoy el mismo anuncio va dirigido a la Iglesia, llamada a acoger el Evangelio para que se convierta en carne, vida
concreta. Dice a la Iglesia, a todos nosotros: «Alégrate, pequeña comunidad cristiana, pobre y humilde aunque hermosa a mis ojos porque deseas ardientemente mi Reino, tienes sed de justicia, tejes con paciencia tramas de paz, no sigues a los poderosos de turno, sino que permaneces fielmente al lado de los pobres. Y así no tienes miedo de nada sino que tu corazón está en el gozo». Si nosotros vivimos así, en la presencia del Señor, nuestro corazón siempre estará en la alegría. La alegría «de alto nivel», cuando está, es plena, y la alegría humilde de todos los días, es decir, la paz. La paz es la alegría más pequeña, pero es alegría.
Le preguntan a Juan Bautista: «¿Qué debemos hacer?» (Lucas 3,10). Yo, ¿qué debo hacer? Esta pregunta es el primer paso para la conversión que estamos invitados a realizar en este tiempo de Adviento. Que cada uno de nosotros se pregunte: ¿qué debo hacer? Una cosa pequeña, pero «¿qué debo hacer?». (Francisco, Ángelus, 16/12/2018)

III Domingo de Adviento

El hombre de hoy, tan alejado de Dios, está sumido en el dolor y en la aflicción, y camina a menudo sin rumbo.
Juan el Bautista, enviado por Dios, nos señala el camino que hemos de seguir para encontrar nuevamente a Dios y, en él, el sentido de la vida: la conversión para el perdón de los pecados. De esta manera preparamos el camino para que el Señor llegue a nuestro corazón y lo llene de gozo, transformados por la misericordia del Señor Jesús

Puedes acceder al documento desde el siguiente enlace: Pan del Alma 12 de diciembre.

Fuente: Salesianos Perú

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