II Domingo del Tiempo Ordinario

María nos otorga la fuerza de dar testimonio de Jesús, de anunciarlo con alegría con una vida liberada del mal y con  palabras llenas de fe maravillada y gratitud.

YO LO HE VISTO Y DOY TESTIMONIO

El Evangelio de Juan nos habla de la manifestación de Jesús a través del testimonio del Bautista. Fue el primer testigo de Cristo. Dios lo había llamado y preparado para esto. 

El Bautista no puede frenar el urgente deseo de dar testimonio de Jesús y declara: «Yo lo he visto y doy testimonio». Juan vio algo impactante, es decir, al Hijo amado de Dios en solidaridad con los pecadores; y el Espíritu Santo le hizo comprender la novedad inaudita, un verdadero cambio de rumbo. De hecho, mientras que en todas las religiones es el hombre quien ofrece y sacrifica algo para Dios, en el caso de Jesús es Dios quien ofrece a su Hijo para la salvación de la humanidad. Juan manifiesta su asombro y su consentimiento, a través de una expresión significativa que repetimos en la misa: «¡He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!».

El testimonio de Juan el Bautista nos invita a empezar una y otra vez en nuestro camino de fe: empezar de nuevo desde Jesucristo, el Cordero lleno de misericordia que el Padre ha dado por nosotros. Sorprendámonos una vez más por la elección de Dios de estar de nuestro lado, de solidarizarse con nosotros los pecadores, y de salvar al mundo del mal haciéndose cargo de él totalmente. 

Aprendamos de Juan el Bautista a no dar por sentado que ya conocemos a Jesús, que ya sabemos todo de Él. No es así. Detengámonos en el Evangelio, quizás incluso contemplando un icono de Cristo, un “Rostro Santo”. Contemplemos con los ojos y más aún con el corazón; y dejémonos instruir por el Espíritu Santo, que dentro de nosotros nos dice: ¡Es Él! Es el Hijo de Dios hecho cordero, inmolado por amor. Él, sólo Él ha cargado, sólo Él ha sufrido, sólo Él ha expiado el pecado de cada uno de nosotros, el pecado del mundo, y también mis pecados. Todos ellos. Los cargó todos sobre sí mismo y los quitó de nosotros, para que finalmente fuéramos libres, no más esclavos del mal. Sí, todavía somos pobres pecadores, pero no esclavos, no, no somos esclavos: ¡somos hijos, hijos de Dios! (Francisco, Ángelus, 19/01/2020)

II Domingo del Tiempo Ordinario

Durante algo más de un mes, durante seis domingos, hasta el inicio de la Cuaresma, recordaremos los primeros pasos de la predicación de Jesús de Nazaret. Sus hechos y palabras que deben guiar y fecundar nuestra vida de cada día.
Pidamos que así sea al iniciar nuestra celebración de hoy. Con toda confianza en que su Espíritu está en nosotros para darnos el ánimo y la fuerza que siempre necesitamos.

Puedes acceder al documento desde el siguiente enlace: Pan del Alma 15 de Enero.

Fuente: Parroquia María Auxiliadora de Lima

Fuente: Salesianos Perú

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