María nos enseña a permanecer con Jesús incluso cuando no lo comprendemos. Solo permaneciendo en Él veremos su gloria.
“CONTÉMPLENLO Y QUEDARÁN RADIANTES”
En este segundo domingo de Cuaresma, Lucas nos muestra a Jesús transfigurado en el monte, que es el lugar de la luz, símbolo
fascinante de la singular experiencia reservada a los tres apóstoles. Habituados a verle cotidianamente con los simples rasgos de
su humanidad, ante aquel nuevo esplendor, se quedan maravillados. Aparecen Moisés y Elías, que hablan con Él de su próxima
muerte y resurrección. Es una anticipación de la Pascua.
La Transfiguración se cumple después de que Él ha confiado a los discípulos que deberá «sufrir mucho, […] ser asesinado y
resucitar al tercer día». Jesús sabe que ellos no aceptan esta realidad y entonces quiere prepararles para soportar el escándalo
de la pasión y de la muerte de cruz, para llegar a la gloria. Y este será también el camino de los discípulos: ninguno llega a la vida
eterna si no es siguiendo a Jesús, llevando la propia cruz en la vida terrenal.
Por lo tanto, la Transfiguración de Cristo nos muestra la prospectiva cristiana del sufrimiento. No es un sadomasoquismo el
sufrimiento: es un pasaje necesario pero transitorio. El punto de llegada al que estamos llamados es luminoso como el rostro de
Cristo transfigurado: en Él está la salvación, la beatitud, la luz, el amor de Dios sin límites. Mostrando así su gloria, Jesús nos asegura que la cruz, las pruebas, las dificultades con las que nos enfrentamos tienen su solución y quedan superadas en la Pascua.
Por ello, en esta Cuaresma, subamos también al monte con Jesús. ¿Pero en qué modo? Con la oración permanezcamos algún
momento en recogimiento, cada día un poquito, fijemos la mirada interior en su rostro y dejemos que su luz se irradie en nuestra
vida. Jesús se transfiguró «mientras oraba». Se había sumergido en un coloquio íntimo con el Padre. Cuántas veces hemos encontrado personas que emanan luz de los ojos, que tienen una mirada luminosa. Rezan, y la oración hace esto: nos hace luminosos con la luz del Espíritu Santo. Continuemos con alegría nuestro camino cuaresmal. Demos espacio a la oración y a la Palabra de Dios, que abundantemente la Liturgia nos propone en estos días.
(Francisco, Ángelus, 17/03/2019)
II Domingo de Cuaresma
Este tiempo de Cuaresma es todo él una llamada a seguir más intensa y firmemente a Jesucristo. Él se ha entregado totalmente al servicio de Dios y de los hombres, y esa entrega lo lleva hasta la cruz. Nosotros, como los discípulos en el monte de la transfiguración, contemplamos su camino y descubrimos en él toda la luz, toda la grandeza, toda la fuerza de Dios. Por ello, con fe, nos acercamos a él y queremos seguirle.
Puedes acceder al documento desde el siguiente enlace: Pan del Alma 13 de Marzo.
Fuente: Salesianos Perú