María, que es Madre y sabe cómo hacerlo, nos ayuda a derrumbar las barreras y los obstáculos que impiden nuestra
conversión.
PREPAREN EL CAMINO DEL SEÑOR
La liturgia de hoy nos pone en la escuela de Juan el Bautista, que predicaba «un bautismo de conversión para el perdón de los pecados». Y quizá nosotros nos preguntamos: «¿Por qué nos deberíamos convertir? La conversión concierne a quien de ateo se vuelve creyente, de pecador se hace justo, pero nosotros no tenemos necesidad, ¡ya somos cristianos! Entonces estamos bien». Pensando así, no nos damos cuenta de que es precisamente de esta presunción que debemos convertirnos: de la suposición de que, en general, va bien así y no necesitamos ningún tipo de conversión. Pero preguntémonos: ¿es realmente cierto que en diversas situaciones y circunstancias de la vida tenemos en nosotros los mismos sentimientos de Jesús? ¿Es verdad que sentimos como Él lo hace? No estamos bien, siempre tenemos que convertirnos, tener los sentimientos que Jesús tenía.
La voz del Bautista grita también hoy en los desiertos de la humanidad, que son las mentes cerradas y los corazones duros, y nos hace preguntarnos si en realidad estamos en el buen camino, viviendo una vida según el Evangelio. Hoy, como entonces, nos advierte con las palabras del profeta Isaías: «Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos». Es una apremiante invitación a abrir el corazón y acoger la salvación que Dios nos ofrece incesantemente, casi con terquedad, porque nos quiere a todos libres de la esclavitud del pecado.
Cada uno de nosotros está llamado a dar a conocer a Jesús a quienes todavía no lo conocen. Si a nosotros el Señor Jesús nos ha cambiado la vida, y nos la cambia cada vez que acudimos a Él, ¿cómo no sentir la pasión de darlo a conocer a todos los que conocemos en el trabajo, en la escuela, en el edificio, en el hospital, en distintos lugares de reunión? Les dejo esta pregunta: «¿De verdad estoy enamorado de Jesús? ¿Estoy convencido de que Jesús me ofrece la salvación?». Y, si estoy enamorado, debo darlo a conocer. Pero tenemos que ser valientes: bajar las montañas del orgullo y la rivalidad, llenar barrancos excavados por la indiferencia y la apatía, enderezar los caminos de nuestras perezas y de nuestros compromisos. (Francisco, Ángelus, 6/12/2015)
II Domingo de Adviento
El hombre de hoy, tan alejado de Dios, está sumido en el dolor y en la aflicción, y camina a menudo sin rumbo.
Juan el Bautista, enviado por Dios, nos señala el camino que hemos de seguir para encontrar nuevamente a Dios y, en él, el sentido de la vida: la conversión para el perdón de los pecados. De esta manera preparamos el camino para que el Señor llegue a nuestro corazón y lo llene de gozo, transformados por la misericordia del Señor Jesús
Puedes acceder al documento desde el siguiente enlace: Pan del Alma 05 de diciembre.
Fuente: Salesianos Perú