María nos obtiene la gracia de ser animados por el Espíritu Santo, para testimoniar a Cristo con franqueza evangélica y abrirnos cada vez más a su amor.
EL DON DEL ESPÍRITU SANTO
Hoy la liturgia nos invita a abrir nuestra mente y nuestro corazón al don del Espíritu Santo, el primer y principal don que Jesús nos alcanzó con su Resurrección. Este don, Jesús mismo lo pidió al Padre,: «Si me aman, guardarán mis mandamientos; y yo pediré al Padre y les dará otro Paráclito, para que esté con ustedes para siempre» (Jn 14, 15-16).
Estas palabras nos recuerdan ante todo que el amor por una persona, y también por el Señor, se demuestra no con las palabras, sino con los hechos; y también «cumplir los mandamientos» se debe entender en sentido existencial, de modo que toda la vida se vea implicada. En efecto, ser cristianos no significa principalmente pertenecer a una cierta cultura o adherir a una cierta doctrina, sino más bien vincular la propia vida, en cada uno de sus aspectos, a la persona de Jesús y, a través de Él, al Padre. Para esto Jesús promete la efusión del Espíritu Santo a sus discípulos. Precisamente gracias al Espíritu Santo, Amor que une al Padre y al Hijo y de ellos procede, todos podemos vivir la vida misma de Jesús.
El Espíritu, en efecto, nos enseña todo, o sea la única cosa indispensable: amar como ama Dios. Al prometer el Espíritu Santo, Jesús lo define «Paráclito», que significa Consolador, Abogado, Intercesor, es decir Quien nos asiste, nos defiende, está a nuestro lado en el camino de la vida y en la lucha por el bien y contra el mal.
Además, el Espíritu Santo ejerce una función de enseñanza y de memoria. Nos lo dijo Jesús: «El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, se lo enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho» (v. 26). El Espíritu Santo no trae una enseñanza distinta, sino que hace viva, hace operante la enseñanza de Jesús, para que el tiempo que pasa no la borre o no la debilite. El Espíritu Santo injerta esta enseñanza dentro de nuestro corazón, nos ayuda a interiorizarlo, haciendo que se convierte en parte de nosotros, carne de nuestra carne. (Francisco, Regina Caeli, 15/05/2016)
Domingo de Pentecostés
El Espíritu del Señor llena la tierra y se derrama en nuestros corazones. El Espíritu de Jesús resucitado se ha unido a nuestro espíritu y nos ha hecho hijos de Dios. Que hoy, en este domingo de Pentecostés, el Espíritu entre de nuevo en nosotros con toda su fuerza y nos renueve y nos trasforme.
Puedes acceder al documento desde el siguiente enlace: Pan del Alma 05 de Junio.
Fuente: Salesianos Perú