ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

Hoy la Iglesia celebra con gozo la fiesta de la Asunción de María. Con su cuerpo y alma ya en el cielo, es para  nosotros una ‘señal’ de las maravillas que el Señor ha de obrar en todos los que creen en Jesús, le aman y le siguen. Mientras esperamos estar en el cielo para la eternidad, sabemos que tenemos una Madre y una intercesora allí en la
persona de María.

LA ASUNCIÓN DE NUESTRA MADRE

Hoy, en la solemnidad de la Asunción de la Madre de Dios al cielo, celebramos el paso de la condición terrena a la bienaventuranza celestial de Aquella que engendró en la carne y acogió en la fe al Señor de la vida. La veneración a la Virgen María acompaña el camino de la Iglesia desde sus inicios y ya desde el siglo IV aparecen fiestas marianas.
El significado de la fiesta de hoy está contenido en las palabras finales de la definición dogmática, proclamada por el venerable Pío XII el 1 de noviembre de 1950: «La Inmaculada siempre Virgen María, Madre de Dios, terminado el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria celestial».
Artistas de todas las épocas han pintado y esculpido la santidad de la Madre del Señor adornando iglesias y santuarios. Poetas, escritores y músicos han tributado honor a la Virgen con himnos y cantos litúrgicos. De Oriente a Occidente la Toda Santa es invocada como Madre celestial, que sostiene al Hijo de Dios en los brazos y bajo cuya protección encuentra amparo toda la humanidad, con la antiquísima oración: «Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios: no desoigas la oración de tus hijos necesitados; antes bien, líbranos de todo peligro, oh Virgen
gloriosa y bendita».
Y en el Evangelio san Lucas describe el cumplimiento de la salvación a través de la Virgen María. Ella, en cuyo seno se hizo pequeño el Todopoderoso, sin vacilación alguna, se dirige de prisa a casa de Isabel para llevarle al Salvador del mundo. Isabel reconoció a la Madre de Dios en «la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor» (Lc 1, 45).
Las dos mujeres, que esperaban el cumplimiento de las promesas divinas, gustan ya anticipadamente el gozo de la venida del reino de Dios, la alegría de la salvación. 
Queridos hermanos y hermanas, confiemos en Aquella que, como afirma Pablo VI, «asunta al cielo no ha abandonado su misión de intercesión y salvación» (MC 18). (Benedicto XVI, Ángelus, 15/08/2010)

Oración a Don Bosco

Padre y Maestro de la juventud, San Juan Bosco, que, dócil a los dones del Espíritu y abierto a las realidades de tu tiempo, fuiste para los jóvenes, sobre todo para los pequeños y los pobres, signo del amor y de la predilección de Dios.
Se nuestro guía en el camino de amistad con el Señor Jesús, De modo que descubramos en Él y en su Evangelio
el sentido de nuestra vida y la fuente de la verdadera felicidad.
Ayúdanos a responder con generosidad a la vocación que hemos recibido de Dios, para ser en la vida cotidiana constructores de comunión y colaborar con entusiasmo, en comunión con toda la Iglesia, en la edificación de la civilización del amor.
Obtennos la gracia de la perseverancia en vivir un alto grado de vida cristiana, según el espíritu de las bienaventuranzas; y haz que, guiados por María Auxiliadora, podamos encontrarnos un día contigo en la gran
familia del cielo.
AMEN

Puedes acceder al documento desde el siguiente enlace: Pan del Alma 15 de agosto.

Fuente: Salesianos Perú

Comments